sábado, 15 de agosto de 2009

Pregón de las fiestas 2009

Texto del pregón de las fiestas 2009 a cargo de Miguel García Chamorro:

Queridos Monlerenses, Señor Alcalde, autoridades, veraneantes y amigos:
Ante todo daros las gracias por haberme brindado la ocasión de dirigirme a todos vosotros desde el escenario de tan bello anfiteatro, fruto de vuestro trabajo e imaginación.
Hace unos años escribí unos poemas dedicados a esta antigua Villa, a la que tanto cariño tengo y que tan agradables vivencias me ha proporcionado a lo largo de mi existencia, la primera parte de uno de ellos comenzaba así:
“A mis hijos y a los vuestros, os voy a hablar de Monleras, pueblo que de mi padre fuera…”
Efectivamente, mi padre, del que guardo tan gratos recuerdos, educación y consejos, me enseñó a amar a este pueblo del que me prohijé sin ninguna autorización oficial, pues no en vano la conciencia y el amor son de uno propio y sus sentimientos mas íntimos y de esta manera cuando hablo en Madrid o cualquier otro lugar de “mi pueblo” todo el que me conoce ya sabe que me estoy refiriendo a esta noble localidad salmantina, y a los que lo oyen por primera vez les cuento de sus gentes, costumbres, paisajes y arquitectura popular, de la iglesia románica en los principios de su construcción, de sus casas con corrales, tenadas y paneras y del premiado anfiteatro en el que los asientos están formados, en parte, por las alzas de los puentes que el embalse anegó, trabajo en equipo, originalidad y capacidad de organización, allá donde las hubiera.
Decía Antonio Machado al principio de unos versos dedicados a las tierras castellanas:
“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierras de Castilla…”
Yo pudiera escribir parafraseando a este ilustre poeta:
“Mis recuerdos de esta villa son de un corral donde verdeaban las higueras y mis inolvidables estíos en el entrañable pueblo de Monteras…
Efectivamente aquí llevo viniendo desde que tenía dos años y me traían mis padres, primero a la casa de mi abuelo Luis “el sacristán” y cuando falleció, por resultas de las herencias, que aquella le tocó a mi tía María Antonia, pues el verano lo pasábamos en nuestra actual residencia que fue de mi abuela Rosa y está vecina de la otra; de pequeño recuerdo que íbamos “a nidos”, a los bautizos a recoger caramelos, chochos curados en los pozos de las casas y en algunas muy raras ocasiones algunas perras menudas que arrojaban los padrinos de las criaturas a cristianar, según fui creciendo me incorporé a algunas labores agrícolas propias de la estación pues mi padre me decía:
“Lo que hagan tus primos y demás gentes de tu edad has de aprenderlo a hacer tú”
Y así aprendí a dar haces en el acarreo de la mies con la tornadera o la horca cuando se ponían las estacas en los varales del carro, a dar vueltas en la parva sentado en aquellos trillos de madera y suelo de piedrecitas de pedernal, cual “auriga” conductor de la biga de bueyes, “armado” con la pica, como yelmo un gorro de paja y a los pies, a modo de escudo, un recipiente viejo con el que proteger lo trillado cuando las vacas “levantaban el rabo”, a aventar, a medir con la media y envasar costales, a subirlos al carro para transportarlos luego a las altas paneras por sus empinadas escaleras de piedra, a encalcar la paja en los carros y después en los pajares, por cierto ¡concho con la de cebada, como picaba¡, los más gratos recuerdos que asaltan mi mente, no en vano estoy así de seductoramente robusto, no por el aire que respiro sino por causa de lo que me entra en la andorga, bueno pues como decía los mas satisfactorios momentos eran los de la comida y merienda en la era con cocidos, ensaladas, embutidos y jamón de matanza de aquellos preciosos cerdos, engordados en el cebonero, quesos curados de la leche de las ovejas autóctonas tan apreciadas y cantadas, sobre todos cuando se decía en cantares de Salamanca: “y corderos los de Monleras…” y como no los hornazos, que antaño se cocían, con el pan de hogaza, en los cernideros de las casas.
Por aquellos tiempos, de mi adolescencia y mocedad, las labores del campo se realizaban con casi los mismos modos que en la Edad Media, hoy desaparecidos Gracias a Dios para los labriegos, parece que hablo de tiempos muy lejanos pero no es así, como puede ser consultado a gentes del lugar no muy mayores.
Recuerdos de las excursiones al Puente de Piedra sobre el Tormes, antes que lo anegara el pantano, y que daba paso a gentes que venían por Sayago, cuenta Aruano en internet:
“Pues Moleras era el centro de molturación de casi toda la Ramajería Alta. Uno ha oído relatar a los viejos de los pueblos cómo los abuelos les contaban que iban a moler a Moleras con sus carros enteramente de madera, ejes incluidos. Como tardaban casi ocho días y como a veces se les rompían los ejes y se tenían que quedar rezagados arreglándolos; tardaban dos semanas e incluso más en volver. Para ello iban provistos en las alforjas con las zuelas y los "machaos". A veces incluso se hundían en los "mesones" del camino y tenían que sacarlos a base de echar piedras. Una verdadera odisea, ciertamente no muy halagüeña, pero no por ello menos irreal.
En las inmediaciones del puente, aguas arriba, descollaba una enorme mole granítica, la peña de Maricantrueja, cuentan que la tal Maricantrueja cuidaba allí sus cabras y que un día cayó su rueca al río, según unos o un peine de plata, según otros, y por ir en su búsqueda perdió las cabras. Lo que reafirma la relación del relato con el paraje.
Pueblo este que pone nombres poéticos y legendarios a sus rocas como “Pata mula” que me decía mi progenitor se refería la huella que allí había dejado el caballo del apóstol Santiago, ¡que cosas…!
Hablando de “Peñas” este es el momento de hacer referencia a las otras, a las que se han ido formando por esos chavales, mozos y mozas y algunos que ya no lo son tanto pero que sienten su lozanía en su interior, por ellos se hacen estas divertidas fiestas, ahora es el momento de saludarles y agradecerles su entusiasmo, imaginación y espontaneidad que animan al resto de la población. ¡Gracias por vuestra alegría!
Creo que sería conveniente crear en este lugar un pequeño museo etnográfico en el que se conservaran aperos, utensilios y recetas autóctonas de cocina, vestimentas, dichos, leyendas, canciones populares y libros antiguos que a buen seguro aun deben existir en los sobrados de nuestras casas y en la memoria de las gentes del lugar, por cierto, bastante longevos.
Este pueblo está en el entorno de la modernidad, calles asfaltadas, nuevas construcciones, un Ayuntamiento, con su corporación municipal, estructuras e infraestructuras totalmente avanzadas, personal activo y muy preparado, que en muchísimas ocasiones da “sopas con onda” a otros de la comarca haciendo interesantísimos “talleres” monográficos, Guardia Civil, escuela concurrida, cosmopolita, proyectos innovadores en hostelería y turismo, gentes de muy buena educación, gracias a extraordinarios maestros que han dejado y dejan en la juventud su impronta, amabilidad y afecto, en fin un pueblo del que podríamos decir que “AQUÍ NADIE SE SIENTE FORASTERO”.
De los habitantes de antaño también podría hacerse un “taller de investigación histórica”, en esta zona habitaron desde el neolítico pueblos “celtas” como los vettones (moradores del “Castillo”), romanos, árabes luego con la repoblación de Raimundo de Borgoña y Fernando II, gallegos, astures, vascos y castellano-leoneses hasta la actualidad en la que van integrándose gentes de otras nacionalidades exóticas, de todo esto podría encargarse un “Cronista de la Villa” que indagara asimismo sobre personajes ilustres y editara algunas reseñas sobre ellos, en mis ratos de ocio, que ahora lo son por mor de mi jubilación, he encontrado algunos de los que, al menos yo, no tenía conocimiento como un tal José Rodríguez García, Teniente de Lanceros a las ordenes de “el Charro”, natural de Monleras (Salamanca), nacido el 23 de Agosto de 1786 y que batalló contra las tropas napoleónicas en la ”Guerra de la Independencia” sirviendo en el segundo Regimiento de "Lanceros o Piqueros de Castilla".
Otra persona de la que tampoco tenía conocimiento es el humanista, educador y escritor Argimiro Ruano Catedrático del Departamento de Humanidades Recinto Universitario de Mayagüez, Universidad de Puerto Rico, Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid, Doctor en Filosofía por la Universidad de Santo Domingo, Doctor en Filosofía Pura por la Universidad de Navarra, nacido en Octubre del año 1924 en esta localidad, erudito y autor de de un gran número de libros y que en sus remembranzas dice así de su primera comunión:
“Todos guardamos en la mente fechas tan personales, que resulta poco menos que imposible transcribirlas a cabalidad para los demás. En mi caso, una de esas fechas es el 10 de abril de 1932, mi plenitud de paz en la tierra.
¡Qué grato recuerdo el de don Baltasar Tavera Regalado (q.e.p.d.), párroco de mi aldea natal, provincia y diócesis de Salamanca! Preparó la ceremonia del gran día, con la colaboración de doña Lucinda (q.e.p.d.) y de don Valentín (q.e.p.d.), esposos ejemplares, maestros de escuela primaria apreciadísimos en toda la comarca como profesionales y católicos practicantes.”
Os apremio a seguir investigando.
Para acabar, pues es bueno ser breve en pregones que sirvan de preámbulo al comienzo de Fiestas, unas canciones de boda de aquí que me enseñó mi padre y que se cantaban a los novios, antes de darles margen para que se escondieran a pasar su primera noche de casados y a los que luego se buscaban casa por casa y pobre de ellos si se les encontraba, sus estribillos creo que se entonaban desta manera:
“Que baile, que baile y que vuelva a bailar, que el novio se lleva la mejor flor del rosal” o “que salga, que salga, que vuelva a salir que el novio se lleva la mejor flor del jardín.” ¡UUJUJUUU!
Y ahora yo invito a todos que para dar paso al acto que a continuación viene digáis: “Que canten, que canten y volvamos a cantar, que ahora se eligen los mozos del lugar. ¡UUJUJUUU!
TODOS:
Que canten, que canten, y volvamos a cantar, que ahora se eligen los mozos del lugar. ¡UUJUJUUU!
Y como se pregonaría antaño:
De parte del Sr. Alcalde: ¡Que comiencen las Fiestas!
¡VIVAN MONLERAS Y SU GENTE!

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